Trump y el (des)orden Mundial
- Dario Perero Prof.
- 17 ene 2019
- 7 Min. de lectura

Con la caída de la Unión Soviética, la estabilidad del sistema internacional comenzó a volverse más volátil. Como decía Hobsbawm, al eliminarse las relaciones este-oeste de la Guerra Fría, la interpretación de la geopolítica global se volvió más compleja; multiplicidad de actores –como los conflictos en el tercer mundo, el terrorismo, narcotráfico- cambiaron la forma con la cual se podían comprender los fenómenos políticos y estratégicos de una región. El mundo emergió en los 90’ con una sola superpotencia (EE.UU.), pero que para proyectarse en todo el mundo, tuvo que librar guerras y crear una fuerza militar abrumadora que terminó endeudando al país con otras economías de menor rango[1].
Declive/ascenso. Desde la administración de Bush hijo y luego con Obama, está claro que los Estados Unidos vienen sufriendo un prologado declive en su hegemonía global. La globalización hizo emerger a otros Estados que, aprovechando la deslocalización de la producción occidental, se volvieron más competitivos logrando un crecimiento fenomenal, capaz de convertirse de países tercermundistas de la periferia a potencias económicas que rivalizan con Occidente. El caso de china es el más impresionante, desde las reformas promovidas por Deng en 1978, el PBI de la nación asiática se multiplicó 28 veces, pasando a ser la segunda economía del mundo solo por detrás de EE.UU[2].
En el plano militar y tecnológico, si bien la superioridad del país del norte sigue siendo abrumadora, comienzan a levantarse voces de alarma en algunos sectores del establishment. En el primer caso, Rusia ha recuperado protagonismo desde la llegada de Putin al poder y sus Fuerzas Armadas son cada vez más modernas. La experiencia tomada en los conflictos en los cuales interviene desde 2014 y el desarrollo de misiles hipersónicos, vienen al caso[3]. China también moderniza rápidamente su FF.AA., sobre todo a la Armada que es prioridad del Partido desde el 2015. Además, otras potencias regionales se arman a mucha velocidad, manteniendo una política mucho más independiente que en el pasado[4].
Reacción. Ante este panorama, Arrighi sostiene que a medida que la potencia hegemónica comienza a declinar y otra/otras potencia/s busca ocupar su lugar, la primera se vuelve más violenta y reactiva. El miedo a perder el poder, la vuelve más propensa a utilizar todos los mecanismos que el Orden Mundial organizado bajo su égida le puede aportar para ayudarla a sostenerse en la posición de privilegio en la que se encuentra. E incluso, a rechazar dicho orden cuando ya no la beneficia[5].
La llegada de Donald Trump al poder, puede tener que ver con esta nueva etapa de la política internacional norteamericana. Su campaña se basó en hacer “Grande a EE.UU de nuevo”, proponiendo medidas como el retiro de tropas en Medio Oriente o “volver a ganar guerras”. Incluso, medidas más radicales como salirse de la OTAN o renegociar todos los tratados de libre comercio con el argumento de que se están “aprovechando de nosotros”. La globalización tuvo en algunas regiones de EE.UU. consecuencias desastrosas, las fábricas se fueron dejando a muchos obreros blancos desempleados con una epidemia de opiáceos que amenaza con ser irreversibles; no es casual que en esos “cinturones del óxido” haya encontrado el Trumpismo su base más fiel de votantes. Si bien su política es contradictoria, parece tener algunas líneas maestras innegociables: unilateralismo y doctrina realista en política exterior, en conjunto con una retórica anti inmigratoria.
La guerra comercial con China, es la respuesta que tiene el hegemón ante la nación que ve como rival geopolítico a largo plazo. En verdad, el título de “adversario estratégico” lo puso Obama con su “pivote asiático” en 2009[6]. Por otra parte, el intento de Trump de mejorar las relaciones con Rusia, parece querer rememorar a la inversa lo hecho por Nixon-Kissinger con China frente a la URRS en 1971. No obstante, su margen de acción es más acotado que el de su predecesor: Rusia representa en amplios sectores de poder en EE.UU., el principal enemigo a corto plazo.
Ese discurso derrotista que instaló el nuevo presidente durante su campaña, se trasladó a la política inmigratoria. Con un marcado supremacismo racial, propuso la construcción de un muro fronterizo y una retórica más dura con todos los programas de acogida que tiene el país en vigencia. La salida del pacto migratorio de la ONU y el intento de terminar el programa de los “soñadores”, van en ese sentido[7].

Eliminar asimetrías. Si uno mira en retrospectiva las medidas tomadas por Trump desde su llegada al gobierno, encontrará que como dice Matías Morgan, lo que se busca es eliminar las “asimetrías de la interdependencia” que puedan perjudicar a Estados Unidos[8].
Veamos. La guerra comercial con China tiene como corolario el dominio global del futuro, o al menos así lo toman en las altas esferas de la Casa Blanca. Para lograrlo, se intenta por medio de aranceles ralentizar la mayor competitividad de los salarios y de la producción china –más bajos y menos regulados-. Obligarlo a desistir de sus planes de alta tecnología y al supuesto/probable robo de propiedad intelectual. Dichas medidas buscan por medio de la fuerza, asimilar el comercio entre ambos países.
Algo parecido pasa con la Unión Europea (UE). Los aranceles fueron utilizados como advertencia para que abran más sus mercados a los productos agrícolas estadounidenses. Tanto Francia como Alemania, subvencionan y protegen sus sectores rurales. Con el Viejo Continente, las tensiones se cristalizan también en lo militar: la amenaza de Trump de salirse de la OTAN si los europeos no invertían el 2% de su PIB en defensa como lo estipula el tratado de fundación, también busca asimilar los esfuerzos del multilateralismo creado en la segunda posguerra.
Lo mismo para Corea del Sur y Japón. Tuvieron que renegociar (en el primer caso) y comenzar a negociar (en el segundo), nuevos acuerdos comerciales más beneficiosos para Washington.
Para afianzar la eliminación de las “asimetrías de la interdependencia” que podríamos llamar “asimetrías estratégicas”, observemos el caso del TLCAN. La renegociación que llevo a la creación del USMCA, fue casi a medida de los deseos de Trump; si bien en las medidas estrictamente comerciales, solo se lograron algunos avances no tan relevantes (mayor producción local, cuidado de la propiedad intelectual, etc.) en los puntos del tratado se ven como la administración estadounidense se arroga el derecho de prohibir ciertos tratados a México (dirigido a China) e, incluso, de imponer aranceles aunque el tratado no lo estipule, si lo cree necesario. Sumado a las exigencias sobre inmigración que los países a la frontera del Río Bravo deben cumplir, si no quieren ser sancionados.
Aunque las relaciones con Israel y el Medio Oriente, Corea del Norte y otros países, tuvieron cambios relevantes desde la llegada de Trump al poder, será objeto de otro artículo el analizarlos.
Peligros. La nueva política exterior de Trump, se venía fraguando desde algunos sectores descontentos con el rumbo de los últimos años. Las guerras estancadas sin resultados tanto en Afganistán (2001) e Irak (2003), endeudaron y desprestigiaron al país ante sus adversarios y sus aliados. Chomsky decía en 2007 que había dos superpotencias: EE.UU. y la opinión pública mundial[9]. No obstante la forma de ver el mundo de los nuevos inquilinos de la Casa Blanca y la Secretaria de Estados, puede ser contraproducente.
Con China, parece intentar aplicarse el libreto de Reagan con Japón en los 80’[10]. Una presión comercial muy fuerte que obligue al país a capitular económicamente, en este caso más peligroso porque se trata de una potencia militar y nuclear. También recuerda a Reagan, la eliminación masiva de impuestos a las corporaciones, con el objetivo de repatriar capitales a su país de origen, situación que complica a los mercados emergentes. Aquí se ve una contradicción fuerte: al volver los dólares a su país de origen, las monedas locales se devalúan, aportando más competitividad a su comercio exterior, haciendo crecer el déficit de EE.UU. el comercio internacional. ¿Cómo bajar el déficit comercial si se lo estimula? La confianza y la robustez de la economía norteamericana son otro factor que juegan en contra. Volviendo al “escenario japonés”, sí China entraría en recesión, perjudicaría directamente a EE.UU. por la interdependencia entre ambos países[11].

Con la UE, el riesgo puede ser caer en conflictos que puedan socavar la cada vez más desconfiada alianza entre ambos gigantes. El caso del gaseoducto Nord Stream, ya enfrentó más de una vez a Merkel con Trump que teme una mayor dependencia energética de Alemania con Rusia[12]. Tanto Canadá como México deberán aceptar su dependencia y como máximo intentar diversificar sus mercados.
Por último, están los desórdenes en la política interna. En lo coyuntural, las investigaciones sobre la “trama rusa” han puesto al presidente a la defensiva, empeorando las relaciones con Rusia y volviéndolo cada vez más impredecible. La retirada de tropas de Siria parece estar orientada a fortalecer su base electoral, reacia a una guerra a la que no le encuentran sentido, de cara a las elecciones de 2020 o para fortalecerse en un hipotético intento de juicio político. Mucho más probable es este último escenario desde que los demócratas recuperaron la cámara de representantes en las elecciones del 6 de noviembre pasado. En lo estructural, se encuentra la polarización social en el país, donde el centro político se está perdiendo con un Partido Republicano cada vez más a la derecha y un partido demócrata con minorías cada vez más a la izquierda. Y un último dato alarmante: la deuda tocara otro récord en 2020, en un momento que la economía parce mostrar signos de agotamiento, puede ser aún más peligroso.
Los acercamientos a países como el nuevo Brasil de Bolsonaro, la Hungría de Orban o la Italia de Salvini, parece demostrar que Trump buscará una política exterior menos pragmática y más ideologizada. Un peligro para EE.UU. y el mundo.
[1] Hobsbawm Eric: Historia del siglo XX. Ed. Siglo XXI, 2012.
[2] En ppa (paridad de poder adquisitivo) donde se eliminan las fluctuaciones del tipo de cambio, China ya es la primera economía del mundo.
[3] Rusia lleva a cabo operaciones en Siria desde 2015 y es acusada de tener soldados en el este de ucrania. Los misiles hipersónicos fueron anunciados como parte del nuevo arsenal de defensa a principios del año pasado y puestos a prueba a fines del mismo año.
[4] En el nuevo libro blanco de defensa, China anunció que la prioridad dejaría de ser el ejército de tierra para comenzar a serlo la armada y la marina. Algunos países como India, Turquía, Iran o A. Saudita se arman a gran velocidad atendiendo a intereses cada vez más alejados de los de EE.UU.
[5] Arrighi G. /Silver B.: Caos y Orden en el sistema mundo moderno. Ed. Akal, 2001.
[6] El llamado “pivote asiático” era la estrategia de Obama para contener a China que tenía como ejes un tratado de libre comercio con los países de Asia-pacifico y un mayor despliegue de la armada de EE.UU. en la región.
[7] Los “soñadores” son hijos de inmigrantes nacidos en EE.UU. protegidos por ley para vivir en el país sin temor a la deportación.
[8] Matías Morgan: Trump y su apuesta por reescribir las asimetrías en la interdependencia. RevistaFAL.com, 7/01/2019.
[9] Chomsky Noam: Estados fallido. Ed. Sol, 2012.
[10] Con los Acuerdos de Plaza (1985) se obligó a Japón a revaluar el yen y a exportar de manera obligada menos autos a EE.UU. lo que provocó una recesión crónica de la economía japonesa.
[11] Esteban Actis/Nicolás Creus: ¿Hacia un mundo bipolar? RevistaFAL.com, 12/12/2018.
[12] Dicho Gaseoducto llevará gas desde Rusia a Alemania; Trump amenaza con sancionar empresas que trabajen en su construcción.
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