¿Es posible una hegemonía china?
- Dario Perero Prof.
- 10 mar 2019
- 11 Min. de lectura

Desde 2010, año en el que China se convirtió en la segunda economía mundial al superar a Japón, se viene hablando de una futura hegemonía del país asiático que desbanque a la presente, dirigida por EE.UU. Lo que parecía un hecho, hoy genera muchas dudas.
Humillación/reunificación. Después de sufrir por años las consecuencias de las desintegración territorial y la influencia del imperialismo occidental y japonés, China pudo encontrar su unificación bajo un gobierno comunista centralizado comandado por Mao Zedong. De esta manera, terminaba lo que la historiografía nacionalista del país llama “el siglo de las humillaciones” que comienza con la Primera Guerra del Opio (1839-1842) y concluye con la victoria revolucionaria de 1949. La lógica desintegración/unificación es una constante en la milenaria historia china.
Luego vendrían los años del maoísmo, desastrosos socialmente y económicamente. Los intentos de igualarse a Occidente o a la URSS en productividad, llevaron a medidas socialmente crueles que costaron la vida de millones de connacionales sin los resultados esperados. Prueba de ello fue el llamado “Gran Salto Adelante” de la década de los 50’[1] o la larga lucha interna que casi termina en una guerra civil: conocida como la “revolución cultural”, que enfrentó al ala ortodoxa con la más heterodoxa; en términos marxistas al ala izquierdista –Mao y sus seguidores, dispuestos a profundizar las medidas de línea marxista- con la derechista –representada por Deng Xiaoping y el ala reformista-, dispuesta a aceptar medidas de mercado para impulsar el crecimiento. Si bien en un primer momento, el maoísmo ganó la partida, a la larga triunfó la mirada opuesta[2].
En el plano externo, en los años 50’ los comunistas chinos mantuvieron una relación tensa con la URSS pero aceptaron el liderazgo de esta, y un enfrentamiento abierto con EE.UU. que llegó a sus puntos más álgidos en la Guerra de Corea (1950-1953) y las tensiones en el Estrecho de Formosa por la cuestión taiwanesa en 1959. Pero en los 60’, el revisionismo de Krushev sobre el estalinismo y los intentos de hacerse con una bomba atómica por parte de Mao, llevaron a una ruptura del bloque comunista y un enfrentamiento con los soviéticos. Desde ese momento, China buscaría una tercera vía entre los dos grandes rivales de la guerra fría, impulsando una mirada propia del marxismo que enamoraría a muchos intelectuales europeos como Sartre o Beauvoir. Se renovarían los contactos los países del tercer mundo, especialmente con África.
El intercambio militar con la URSS sobre el río Usuri en 1969, llevarían a Mao a distender su relación su acérrimo enemigo capitalista, que terminaría con la visita del presidente estadounidense Richard Nixon a Pekín (1972). China era el tercer jugador de la guerra fría por lo que la dupla Nixon-Kissinger se llevó una victoria estratégica con la distensión.
Ascenso formidable. Pero con la muerte de Mao y el ascenso político formidable de Deng Xiaoping, el país asiático cambió radicalmente su política interna y externa.
Las reformas internas fueron presentadas en el Pleno del Congreso del Partido Comunista Chino (PCCH) en 1978, con el nombre posteriormente conocido de la “Reforma y la apertura”. Se aplicó una reforma agraria que pasó de la agricultura colectivizada a la parcela privada; se aceptaron inversiones privadas en la industria, internas y externas, renunciando a la autosuficiencia económica propuesta por el comunismo planificado; se abrieron nuevas universidades y se enviaron a muchos a estudiantes al extranjero, especialmente Occidente, para aprender del desarrollo en ciencia y tecnología. La reforma política –en vías de un proceso de democratización de la sociedad- no fue intentada en su totalidad y se renunció a ella cuando se dieron las protestas de los estudiantes en la Plaza Tiananmén en 1989. Luego, como el prestigioso historiador inglés Perry Anderson escribió en 2010, como supervivencia política, los acontecimientos le dieron la razón a la cúpula del partido, ya que la Perestroika hundió al sistema soviético mientras el sistema comunista chino sigue en pie[3].
En el exterior, China volvió a una vieja tradición histórica: la de retraerse hacia sus propias fronteras para enfocarse en el desarrollo económico interno. A pesar de la desconfianza, se normalizaron las relaciones con Japón y Occidente, en particular con Estados Unidos, necesaria para impulsar las inversiones de los países desarrollados. La globalización fue la gran aliada, ya que la deslocalización de la producción industrial tuvo su epicentro en China. Los salarios baratos y un Estado poderoso capaz de controlar cualquier atisbo de protesta de los trabajadores fueron una tentación para las multinacionales, deseosas además de un mercado de 1000 millones de personas. La postura en política exterior fue desde aquel momento la neutralidad en los conflictos internacionales y la no injerencia en los asuntos internos de los demás países. La conocida como “diplomacia silenciosa” dio muchos resultados.
Lo cierto es que las reformas económicas fueron todo un éxito. Justificando el giro dado desde las posturas maoístas a las reformistas, Deng respondería con una famosa frase metafórica: “lo importante no es el gato, sino que sepa cazar ratones”; y vaya si lo hizo. La economía nacional creció a tasas siderales (entre el 6 al 12 %) durante cuatro décadas, multiplicando el PBI 28 veces. Salieron de la pobreza más 300 millones de personas; en la actualidad es la segunda mayor economía del mundo (desde 2010) y la primera potencia comercial global. Si se mide su tamaño por paridad de poder compra (PPP) –eliminando la fluctuación del tipo de cambio-, ya superó a EE.UU. en 2014. Un crecimiento formidable nunca antes visto en la historia, solo quizás comparado con el crecimiento japonés de posguerra. El llamado “milagro chino”, llamado “socialismo de mercado” por Deng, conllevó a que irremediablemente el poder de dragón asiático creciera en el mundo.

Actor geopolítico. A la par del vertiginoso crecimiento económico, se dio un crecimiento de la influencia geopolítica del país y en los sectores financieros, militares y tecnológicos.
En 1997, logró que el Reino Unido entregue la colonia de Hong Kong, administrada por Londres desde la Primera Guerra del Opio. En los 2000’ hasta la actualidad, utilizando la presión a golpe de inversiones y apertura a su enorme mercado, logró que muchas naciones dejaran de reconocer a Taiwán para hacerlo con la China continental, especialmente en África y América Latina.
Con la llegada de Xi Jinping al poder (2012), China ha tomado una postura más fuerte en la política internacional, olvidando la vieja máxima de Deng Xiaoping de esconder la fuerza y aguardar el momento oportuno.
Los lazos con Rusia se han intensificado, las disidencias con EE.UU., desde que Obama anunciara el “pivote a Asia” en 2009, quedó claro quién sería el rival del futuro. También se han abierto nuevos lazos con América Latina y África, por lo que el país se ha convertido en el mayor inversor –sobre todo en obras de infraestructuras- y socio comercial del continente negro y el segundo en ambos ámbitos para el nuestro. En toda Asia China juega el mismo juego, mientras en Europa compra empresas tecnológicas y otros sectores estratégicos como los puertos o aeropuertos griegos, en el siempre estratégico Mediterráneo.
Es que China es vulnerable. Su economía necesita de minerales y todo tipo de recursos naturales para impulsar su enorme crecimiento, que de no hacerlo podría no generar los empleos necesarios para una clase media cada vez más exigente capaz de hacer colapsar al régimen. Pero el Talón de Aquiles más importante es la insuficiencia de la producción alimentaria que, de no encontrar mercados para su importación, podría provocar la desnutrición o la hambruna en la población. Desde 2016, China es exportadora neta de capital lo que significa que envía al extranjero más productos manufacturados e inversiones en obras de infraestructura de las que importa[4]. Señal todas estas para comprender cuando una potencia comienza a necesitar de la protección de sus mercados en el mundo.
El gasto militar creció a tasas más altas incluso que el crecimiento de la economía. Actualmente ya tiene el segundo presupuesto de defensa del planeta, solo por detrás de EE.UU.; y según el SIPRI esconde parte de su presupuesto para no alarmar a la comunidad internacional. Es el segundo mayor aportante en la ONU y el número dos en las misiones de paz. Esto último es controversial, ya que para muchos, China utiliza las fuerzas de Cascos Azules de las Naciones Unidas para expandir su poder militar y e impulsar la venta de armamento nacional -rubro en el cual ya está entre los cinco mayores exportadores mundiales-, sobre todo en el continente africano[5].
Desde 2015, el expansionismo chino se ha convertido en una realidad. Primero haciendo valer lo que reclama como sus derechos en el Mar de China, y segundo en el mundo. Ya abrió su primera base militar en el extranjero (Yibuti) y bases de carácter científico (Argentina), también ha enviado expediciones a la Antártida y publicado un libro blanco sobre las relaciones futuras entre China y el Ártico.
Su potencial tecnológico también ha crecido. Es el segundo mayor inversor en Ciencia y Tecnología, el primer importador de robots y líder en el ámbito de las nuevas tecnologías de punta: la inteligencia artificial y el 5g. Compite cabeza a cabeza en la fabricación de celulares de última generación con empresas como Huawei, OPO, o Xiaomi; es ahí donde apunta Trump con su guerra comercial. Tiene su propio Silicon Valey en la ciudad de Shenzen, donde han salido empresas de informática que rivalizan con las norteamericanas: los casos de Alibaba, Wanda o Baidú, son un ejemplo claro. Sus 1300 millones de habitantes son una mina de oro para la acumulación de datos. Las cámaras de seguridad y el reconocimiento facial, no solo sirven como método de control para el totalitarismo de alta tecnología del siglo XXI al que apuesta el gobierno, sino para la nueva acumulación de capital de la cuarta revolución industrial: los datos personales. En biotecnología hace tiempo que encabeza la carrera de la genética o el estudio de las células madres. Con el alunizaje en la cara oculta de la Luna, China demuestra que es una potencia espacial a tener en cuenta. El “Plan China 2025”[6] es el intento de consolidar los avances tecnológicos e impulsar la hegemonía china en el mundo. Ese el centro de la guerra comercial entre EE.UU. y el gigante asiático. La interdependencia entre los dos gigantes dificulta el enfrentamiento directo; tema para otro artículo.
En el sector financiero, ha aumentado su aporte al FMI y al Banco Mundial, presionando para tener más poder en el consejo del primero. De a poco está cambiando la arquitectura financiera global; cuatro de sus bancos son los que más activos tienen en el mundo; ha creado sus propios organismos multilaterales de crédito como el BAII (Banco Asiático de Inversión e Infraestructura) o el banco de los BRICS que rivalizan con los antes nombrados creados en Bretton Woods (1944); por último, el lanzamiento de los futuros de petróleos en yuanes en 2016, son la apuesta china por romper el gran sostén mundial del dólar: los petrodólares por petroyuanes. La Nueva Ruta de la Seda es no solo un proyecto de infraestructura sino un gran proyecto financiero que ha endeudado a todos los países con China, haciéndolos dependientes de sus préstamos y de su situación económica: en Asia Central (especialmente en Kazajstán) y África (los ejemplos de Zambia, la República Democrática del Congo o Tanzania) el endeudamiento es alarmante.

¿Hegemonía? Los avances chinos están dando paso a una reconfiguración de mapa geopolítico actual. Desde hace tiempo se plantea que en el futuro, el mundo será dominado por China. Las voces se han multiplicado: el FMI habla de trasladar su sede a Pekín cuando esta sea la mayor economía mundo alrededor de 2030; en EE.UU. se teme perder el liderazgo en un corto lapso de tiempo antes de 2050; hace poco, fue el reconocido filosofo Slavoj Zizek, que en una entrevista, admitió su temor de una hegemonía china que expanda su modelo de capitalismo autoritario a todo el mundo[7].
Las señales de alarma son una realidad: ¿es posible una hegemonía del Imperio del Medio? El autor de este artículo tiene sus reservas. Por tres razones principales.
1- Su economía no crece al ritmo que lo hacía en años anteriores, su crecimiento fue en 2018 el menor de la última década. La guerra comercial está haciendo mecha en una economía demasiado dependiente de las exportaciones, algo que Xi Jinping intenta cambiar orientando la economía hacia el consumo interno y el sector de los servicios, pero la transición está siendo dolorosa. Romper con la famosa “trampa de los ingresos medios”[8] no es nada fácil. Sumado a que la deuda corporativa, especialmente del sector inmobiliario, es enorme que de estallar dicha burbuja haría temblar el mundo entero. Situación que está generando tensiones internas dentro del partido que cuestionan el liderazgo del actual presidente. También se han generado tensiones en la sociedad que comienza a sentir la desaceleración económica. Es probable que creciendo al 5% en la próxima década supere a EE.UU. pero no es improbable una recesión que ponga en duda la continuidad del progreso hecho hasta ahora.
2- El problema demográfico es el más preocupante. China supo tener una de las tasas de natalidad más altas del mundo durante todo el siglo XX, pero los controles de natalidad impuestos en los 80’, la famosa “política del hijo único”, un éxito en controlar la explosión demográfica, ha provocado el envejecimiento acelerado de la población que corre el riesgo de dejar al país con menos mano de obra y un sistema de pensiones insostenible. Se calcula que para 2050, el 25% de la población tendrá más de 65 años. Los chinos no quieren tener más hijos, algo típico de una sociedad capitalista casi desarrollada. Esto amerita una reflexión: ningún país se volvió hegemónico sin tener un crecimiento demográfico sostenible, más conocido como “baby boom”. Gran Bretaña desde 1770 a 1780 tuvo un fuerte crecimiento demográfico; lo mismo EE.UU. que recién comenzó a estacarse su tasa de natalidad alrededor de 1960.
3- Los problemas geopolíticos. Las dos últimas hegemonías, la pax británica y la estadounidense, tuvieron una ventaja para asentarse como potencias dominantes: su posición geográfica. La primera una isla, aislada del tumultuoso teatro de operaciones europeo pudo expandir su mercado interno y el externo, con un desarrollo industrial y ultramarino imposible de ser detenido por problemas fronterizos. Así, sin utilizar demasiadas fuerzas terrestres pudo ser la gran ganadora de las guerras napoleónicas apostando al bloqueo continental y las operaciones navales; EE.UU., fue el gran ganador de las dos guerras mundiales por estar aislado de los territorios contendientes, esperando el momento para entrar en guerra y sin sufrir ataques sobre su país. Si nos fijamos bien, China no cuenta con esa ventaja. Sus vecinos del sudeste asiático o Japón, en su mayoría, temen a la expansión del poderío chino, lo mismo la India y, aunque no lo digan, los rusos. Todos tienen o tuvieron en el pasado algún enfrentamiento militar o reclamo territorial. Por lo tanto, está rodeada de un clima adverso, que se irá volviendo más complejo a medida que EE.UU. vaya confrontando en el Pacífico y en todo el mundo, para contener la influencia del gigante asiático. Para competir con la potencia americana, necesita unas FF.AA. más grandes y mejor preparadas. Su Armada cuenta con un solo portaaviones y, a pesar de tener la flota naval con más tonelaje del mundo, es demasiado enfocada en el desarrollo de buques para proteger su litoral marítimo –fragatas o corbetas-, imposible de proyectarse en aguas profundas, sumado a su pequeño arsenal nuclear (unas 200 ojivas) y su bajo desarrollo misilistico (comparado con Rusia o Estados Unidos). El programa de rearme estipula todas estas debilidades, habrá que seguir su verdadero desarrollo.
4- Por último, China no tiene una ideología atractiva para el mundo. En rigor, es improbable que el capitalismo autoritario de PCCH se pueda exportar al mundo islámico o al Occidente liberal. Gran Bretaña se apoyaba en un liberalismo limitado apoyado del librecambio y una lucha contra la esclavitud desde la segunda mitad del siglo XIX que le aportaba un sentido de moralidad. EE.UU. propuso al mundo de la posguerra un capitalismo liberal y uno neoliberal en el de pos guerra fría, anclado en el Consenso de Washington y en la defensa de los DD.HH. (la hipocresía es parte de un imperio). China podría instalar lo que se llama el “consenso de las materias primas” pero sería una nueva hegemonía apoyada solo en la coerción económica y como decía Antonio Gramsci, la hegemonía solo se logra si se puede instalar un modelo global que se apoye en el consenso social. Algo que parece improbable.
En conclusión, no parece probable una hegemonía de China pero lo que es seguro es que, desde las reformas de 1978, el mundo no es el mismo y que el gigante asiático está llamado a ser un actor relevante en la geopolítica mundial.
[1] Enric Rodríguez: El Gran Salto Adelante, la hambruna secreta de Mao. El Orden Mundial (EOM), 25/08/2016.
[2] Wolfang Benz: El siglo XX, volumen III: problemas en los bloques de poder. Ed. Siglo XXI, 1981.
[3] Perry Anderson: Dos revoluciones. New Left Review, Marzo/Abril 2010.
[4] China se convierte en exportador de capital neto: según informe. Pueblo en línea, 25/11/2016.
[5] Daniel Iriarte: Las ambiciones de China sobre los 'Cascos Azules': busca liderar las misiones de paz. El Confidencial, 01/11/2016.
[6] El plan en cuestión plantea 17 áreas de la innovación que deben desarrollarse en un futuro, apostando a la producción nacional para ser la mayor potencia tecnológica mundial para 2050.
[7] Slavoj Zizek: "Trump, como Perón, mezcla extremos". Entrevista de Jorge Fontevecchia a Slavoj Zizek, Perfil, 9/09/2018.
[8] El concepto hace alusión a la dificultad de romper con los salarios e ingresos medios para pasar a los altos, algo que define a un país desarrollado a uno que no lo es, impulsando el consumo y una economía orientada al mercado interno.
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