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¿Hacia una “OTAN” asiática?

  • Foto del escritor: Dario Perero Prof.
    Dario Perero Prof.
  • 2 mar 2019
  • 6 Min. de lectura

Desde la caída de la URSS, no ha nacido ningún bloque militar capaz de rivalizar con el occidental, concretamente la OTAN. Pero eso podría cambiar, ya que en el continente asiático parece estar naciendo uno nuevo: la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). El camino parece estar lleno de dificultades y desafíos.

“Área Pivote”. El especialista en geopolítica y geógrafo británico, Hartford John Mackinder, formuló una teoría a finales del siglo XIX, donde sostenía que el área estratégica más importante era la región de Asia Central, parte de Rusia y Siberia (el Heartland), por lo que quién la ocupase sería quien dominaría el mundo. También conocida como “Área Pivote”, era para Mackinder la región que el entonces imperio británico debía ocupar, o en su defecto lograr que su rival en la zona, el imperio ruso, no lo haga; esa lucha fue conocida como “el gran juego”, que terminó por normalizarse cuando ambas potencias decidieron aceptar las áreas de influencias ajenas, con la creación de Afganistán como Estado tapón. Más allá de este caso histórico en particular, Mackinder recordaba otros imperios que intentaron o lograron controlarlo por lapso de tiempo: el mongol de los kanes, como caso resonante. Por la misma época, el almirante estadounidense Alfred Mahan, argumentaba que el dominio de los mares era, en último caso, el verdadero poder que debía conseguir un país que quisiera ser hegemónico[1].

Es cierto que a Mahan, el tiempo le ha dado la razón. Las dos últimas potencias hegemónicas han sido grandes potencias marítimas –Reino Unido y Estados Unidos-, mientras que la URSS logró controlar el Heartland y no así el mundo. Pero lo que me interesa resaltar es la importancia que tuvo desde siempre en el estudio de las relaciones internacionales, la región en cuestión. También Brzezinski, sostuvo que si EE.UU. quería seguir siendo el hegemón mundial por mucho tiempo, tenía que evitar la aparición de una potencia euroasiática. Actualmente recupera su sentido por la aparición de un espacio de cooperación intra asiático que puede hegemonizar el espacio que obsesionaba a Mackinder.


Heartland (mapa de El Orden Mundial

Fundación. En 1996, la URSS estaba desintegrada y el espacio post-soviético era un caos. Guerras intestinas entre las nuevas naciones, crisis económica y terrorismo eran una constante. La potencia por antonomasia, Rusia, jaqueada por problemas internos, no podía hacerse cargo de su tradicional esfera de influencia. En ese contexto, se fundaba en 1996 una Organización que incluía a los países de Asia central, Rusia y una novedad: China.

Surgida del proceso de normalización de las relaciones sino-rusas, la Organización de Cooperación Shanghái, tenía como objetivo la lucha antiterrorista y contra el crimen organizado en los países miembros, apostando a la cooperación entre servicios de inteligencia (compartiendo información) y fuerzas policiales/militares (operaciones o ejercicios conjuntos). Primero fue conformada por los famosos “cinco de Shanghái” (China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán) y luego se le sumaría Uzbekistán en 2001, y varios otros estados quedaron como observadores. Con un consejo consultivo y cronogramas de reunión de los mandatarios todos los años. En Taskent (Uzbekistán) se encuentra la sede antiterrorista.

En aquel momento, a los estrategas occidentales no les generó ninguna preocupación la creación de la OCS porque parecía estar acorde con la lucha antiterrorista global y, además, por otro lado, no tenía ninguna consistencia centrifuga como para convertirse en un bloque de contrapoder contra la hegemonía de la OTAN, de EE.UU. en particular. En efecto, no tuvo una declaración conjunta durante ninguna de las intervenciones que se dieron por potencias occidentales –Afganistán, Irak- ni en las últimas como la de Libia o la situación en Siria. Tampoco tuvo actuaciones de ningún tipo, ya sean de carácter militar, policial o antiterroristas; lo más cercano a ello fueron y son los ejercicios hechos cada año por las fuerzas armadas de los países miembros, con motivo de mantener la coordinación para la actuación en un futuro teatro de operaciones.

Hay que entender que a diferencia de la OTAN, la OCS no tiene como fin la actuación externa sino interna. La idea desde su nacimiento es mantener el orden dentro de las fronteras de los estados miembros, no la actuación contra un enemigo foráneo. La organización atlántica fue creada como respuesta a la amenaza que representaba la URSS en el Oeste, excusa perfecta para extender el dominio militar estadounidense a Europa; en cambio, la OCS tiene como fin el enemigo interno o la violencia intra estados, como vimos antes. Pero también la diferencia que apuesta por el intercambio económico y cultural, no solo al ámbito militar. En 2016, en la Cumbre de Bishkek (Kirguistán) China propuso un TLC y un organismo multilateral de crédito dentro de la organización.

En los 2000, la organización no parecía tener ningún futuro. Las rivalidades entre las pequeñas naciones y la disputa geopolítica por el control de Asia Central entre Rusia y China, sumado a su crisis existencial por la falta de una identidad sólida que consolide la estructura creada. Dos ejemplos claros: la OCS tiene su base en la capital china, dándole al este país la calidad de anfitrión, no en Moscú; en segundo lugar, la organización rivaliza con la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) liderada por Rusia, que tiene como fin actuar en defensa de los países post-soviéticos que lo pidan. Pero eso podría estar empezando a cambiar.


Cumbre de la OCS en China (2018)

¿Hacia un bloque militar? En rigor, desde 2009-2010, las reuniones de mandatarios anuales comenzaron a tener resultados tangibles, con declaraciones conjuntas aunque sin ser vinculantes o de marcar una línea internacional consecuente a la política exterior en conjunto de todos los Estados.

Desde que China es gobernada por Xi Jinping, las relaciones con Rusia han mejorada sustancialmente, hasta plantear el interrogante de si no estamos en el comienzo de una nueva alianza entre ambos países, algo en lo que profundicé en un artículo anterior. De la mano de sus dos hermanos mayores, la OCS parece tener cada vez mayor dinamismo y apuesta por sumar nuevos miembros. En la cumbre de Taskent (Tayikistán) en 2004, se adaptaron las normas institucionales para aceptar nuevos miembros. Fue en 2018 en Qingdao (China) -mientras Trump peleaba con sus aliados europeos en la cumbre del G7 en Canadá- durante la cumbre que se sumaron dos países de gran valor geopolíticos: India y Pakistán[2]. Dándole un poder demográfico y geográfico, único en el mundo. Irán se sumaría este año, sirviéndole de paraguas militar/nuclear ante la amenaza de un ataque israelo-árabe-estadounidense.

Tres podrían ser los cambios geoestratégicos que los países miembros –especialmente Rusia y China-, podrían buscar o lograr:

1- Crear un espacio económico-militar-diplomático-sociocultural asiático capaz de actuar como bloque independiente de Occidente.

2- Cerrar a Estados Unidos cualquier tipo de influencia en la región, salvaguardando a las riquezas en recursos naturales para los Estados miembros (algo similar a lo hecho por Washington en Europa para eliminar la tradicional influencia rusa, sobre todo en el oriente del viejo continente, vía ampliación de la OTAN en la década de los 90’).

3- Crear una fuerza militar capaz de intervenir en el mundo que pueda servir de escudo protector de distintos países, temerosos de una agresión norteamericana, especialmente en Asia, o que pueda rivalizar directamente en el mundo con el poder de las potencias occidentales.

Es verdad que los tres objetivos antes estipulados son solo hipótesis y es muy difícil que ello suceda, al menos en el corto plazo. En primer lugar, por las ambiciones unilaterales chinas en Asia Central con la Nueva Ruta de la Seda y por su apoyo a Pakistán que genera rispideces con la India, un rival histórico, y gran comprador de armas de Rusia, que también tiene intereses propios en la región centroasiática, tradicional zona de influencia. Segundo, por la independencia de los Estados ex soviéticos de la OCS en lo referente a su soberanía, recelosos de volver a depender de Moscú o, actualmente de Pekín, lo que los lleva a tener una buena relación con Europa y EE.UU. como diplomacia equilibrista que sirva para mantener lejos cualquier peligro de caer en una nueva dependencia. Tercero, las peleas internas entre Pakistán e India podrían perjudicar a la Organización y al “espíritu de Shanghái” de cooperación y coordinación entre las naciones miembros. Cuatro, la diversidad étnica, lingüística y cultural puede terminar siendo un actor disgregador difícil de resolver.

Los desafíos son grandes pero su potencial también. Cuenta con alrededor de la mitad de la población mundial, con cuatro potencias nucleares e inmensas riquezas naturales y económicas. De unificarse en una alianza/bloque militar, la hegemonía occidental llegaría a su final rápidamente. Dos acontecimientos serán centrales para saber qué futuro le espera la OCS: la probable entrada de Irán como miembro pleno y la posibilidad de tener que dar respuesta

Lo cierto es que desde ahora en adelante deberá tenerse en cuenta el desarrollo de la OCS para entender el mundo: o se convierte en un órgano más sólido que conforme un espacio euroasiático capaz de cambiar la geopolítica histórica –el Heartland de Mackinder- o se desintegra sin resistencia por su intransigencia, con el caso de los BRICS como ejemplo[3].

[1] Arancón Fernando: Teoría del Heartland: la conquista del mundo. EOM (El Orden Mundial), 27/12/2013.


[2] Dinucci Manlio: Estados Unidos y la Unión Europea riñen pero están juntos contra Rusia y China. Red Voltaire, 12/06/2018.


[3] Los Brics si bien se siguen reuniendo no tienen ninguna vigencia como polo de poder y, actualmente, ni siquiera tienen un plan a corto plazo que vaya más allá de algunas declaraciones vacías.

 
 
 

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