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Futuro del pasado: la batalla por el espacio exterior

  • Foto del escritor: Dario Perero Prof.
    Dario Perero Prof.
  • 12 feb 2019
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 15 feb 2019


El mundo está en una etapa de competencia estratégica en todos los niveles. Esto significa que todo teatro de operaciones es vital para ganar ante los rivales o enemigos geopolíticos. El espacio no es la excepción. La década siguiente 2020/2030 será recordada por ser el principio de una nueva carrera espacial, que a diferencia de la anterior, tendrá una multiplicidad de actores que pugnarán y colaboraran entre sí. Pero ¿por qué tanto interés? (Aclaro que el desarrollo de armas espaciales o de armas anti satélites quedan fuera de este artículo porque son parte de nuestro espacio interior, lo que hace necesario un desarrollo propio en otro artículo).

Historia. La obsesión por saber si estamos solos o en compañía en la inmensidad del universo, de si somos una excepción como piensan las religiones o producto de la casualidad biológica, nos acompaña desde un principio. Al humano siempre lo sedujo conocer sobre el espacio exterior. Desde los antiguos griegos hasta los árabes musulmanes, pasando por Galileo y Kepler hasta los descubrimientos de la actualidad. Pero no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que la astronomía dejó de ser producto de discusiones estrictamente científicas, para convertirse en una ambición geopolítica más de las potencias mundiales.

En rigor, la guerra fría llevó a que la lucha ideológica –el capitalismo y el comunismo, el libre mercado y la planificación económica- necesite para sustentar su victoria teórica, la superación material del rival estratégico. La URSS corría en desventaja y los dirigentes soviéticos lo sabían, siendo tema de constantes debates desde los tiempos de Lenin. Tanto en lo económico como en lo militar y tecnológico, EE.UU. tenía una diferencia mayúscula. Con la explosión de la primera bomba atómica (1949) la Unión Soviética demostraba que su capacidad tecnológica podía equipararse con Occidente. Pero no sería hasta diez años después que daría el zorpaso poniéndose en la delantera de la carrera espacial; los avances astronómicos eran –y los son en la actualidad- una gran oportunidad para aumentar el prestigio del Estado para con la población y el exterior.

Ambas potencias utilizaron a los científicos alemanes capturados para producir cohetes para misiles que terminaron impulsando los avances en el espacio. EE.UU. creía llevar la delantera pero durante una década observó estupefacto como su rival socialista demostraba al mundo su liderazgo en el campo. En 1957 ponía el primer artefacto de creación humana en órbita sobre la tierra (nave Sputnik 1); el 3 de noviembre del mismo año, lanzaban al espacio el Sputnik 2, con el primer animal y ser vivo terrestre lanzado al espacio: la perra Laika; hacia estallar la primera nave sobre la Luna (Sonda Luna 2) y en 1960 recuperaba de su viaje al espacio a las perras Belka y Strelka. Hasta que en 1961 dejaba atónito al mundo con el viaje del primer humano al espacio: el cosmonauta ruso Yuri Gagarin en la nave Vostok 1. En 1963 sumaba a la primera mujer que orbitaba la tierra y en 1965 lograba dos hitos más: el primer paseo espacial del cosmonauta Alekséi Leónov (Nave Vosjod 2) y la primera sonda espacial en llegar a otro planeta, la Venera 3 alcanzaba a Venus. De esta manera, el país dirigido entonces por Nikita Krushev se afianzaba como la mayor potencia espacial del mundo, demostrando las capacidades del comunismo soviético.

EE.UU. quedaba rezagado y humillado. La principal potencia mundial capitalista era superada por su adversario ideológico. Rápidamente comenzó un proceso de desarrollo con inversiones público-privadas de magnitudes increíbles; fue el llamado “momento Sputnik” –haciendo alusión a la nave soviética de 1957- el que despertó todo el potencial norteamericano. En 1958 se creaba la NASA[1], actual agencia espacial del país. Los resultados no se hicieron esperar. EE.UU. se adjudicaba su primera victoria con el SCORE, primer satélite de comunicaciones de la historia en ese mismo año y lanzaban el primer satélite meteorológico (Vanguard II) en 1959. Pero sería desde finales de la década de los 60’ que alcanzaría la primacía mundial. La URSS se estancó de manera sorprendente. Mientras tanto, el primer paseo lunar era dado por estadounidenses en 1968 (Nave Apolo 8) y en 1969, se cumplía la promesa hecha por el fallecido presidente Kennedy en 1962, de que primer humano que pisaría la Luna sería de su país (el astrónomo Neil Armstrong). Desde ese momento todas serían victorias.

EE.UU. volvería a alunizar con humanos seis veces entre 1969 y 1972 (conocido como proyecto Apolo), trayendo muestras de regolito (minerales lunares) para estudios científicos, ya sin ningún rival que pudiera sorprenderlo en cima. También pondría el primer satélite a orbitar Marte en 1971 (Mariner 9).

La década de los 70’ puso fin a la carrera espacial con el primer proyecto conjunto entre los rivales de la guerra fría: el acoplamiento de una nave soviética (Soyuz 19) y una estadounidense (Apolo 18) en 1975. Desde ese momento, la cooperación internacional empezó a volverse una realidad, dejando de lado las disputas geoestratégicas. Siempre se discutió quien fue el verdadero ganador de la carrera espacial, encontrándose adeptos de uno y del otro.

Con Reagan en los 80’, la lucha se trasladaría al espacio atmosférico pero no al exterior. En el último caso, la explosión del Challenger en 1986 llenaría de inseguridades a EE.UU. que comenzaría a comparar desde aquel momento, cohetes Soyuz rusos por desconfianza a los de producción nacional. La cooperación se extendería en los 90’ con la creación de la Estación Espacial Internacional (EEI), con colaboración de Agencia espacial rusa, estadounidense, la europea y la japonesa.


Yuri Gagarin

Presente. En la actualidad, EE.UU. sigue siendo el líder indiscutible pero aparecen varios competidores, tanto públicos (Estados) como privados (empresas).

Mientras EE.UU. seguía fracasando en sus misiones, la Rusia post soviética estaba estancada al igual que los europeos, un nuevo actor relegado aparecía en el juego: China. Los asiáticos siempre tuvieron ambiciones, enviaron su primer satélite al espacio en 1970 y dieron el golpe en 2003, al convertirse en el tercer país en enviar un humano al espacio, el Taikonauta (acrónimo de astronauta para los chinos) Yang Liwey. Dieron su primer paseo espacial en 2008 y en 2011, lanzaron el primer laboratorio espacial, el Tiangong 1. La NASA cambia de objetivo con cada gobierno –con Bush era Marte, con Obama los meteoritos, con Trump la Luna-, el dragón tiene los ojos puestos en la Luna. En 2013, posó sobre superficie Lunar la sonda Chang’e 3 (Larga Marcha 3)[2] explorando la cara visible del astro con el Yutu (conejo de jade), un robot de fabricación nacional. Los avances hicieron crecer el prestigio nacional del Partido Comunista gobernante y su actual presidente, Xi Jinping, que está apostando mucho a la investigación espacial, enviando muchos satélites suborbitales y poniendo en cargos relevantes de la burocracia del partido a renombrados astrónomos y Taikonautas. No olvidemos que China es un paria internacional en el campo, donde tiene bloqueado por orden de EE.UU. hacer investigaciones en la EEI así como colaborar con la NASA. En definitiva, la segunda economía mundial, tiene un plan. Pero no son los únicos[3].

Desde hace un tiempo a esta parte, los estados han dejado de invertir en grandes misiones espaciales, apostando por la cooperación internacional en el campo científico, dejando que el vacío sea ocupado por los privados. Al mercado no le importan los desafíos si ve que existen posibilidades de beneficiarse económicamente. Empresas como Space X de Elon Musk –el mismo empresario aventurero propietario de la empresa pionera en autos eléctricos TESLA- buscan conquistar el llamado turismo espacial o la posible extracción de minerales extraterrestres.

Nueva carrera espacial. El planeta Marte siempre fue la frontera a siguiente en la conquista del espacio cercano, luego de la llegada a la Luna en los 70’ pero en los últimos esta última se convirtió en la nueva obsesión de las agencias espaciales y de los gobiernos.

Ya en 2015, Rusia hablaba de volver a la Luna pero más como una retórica de confrontación con Occidente que como una realidad próxima, durante las tensiones en Ucrania. La NASA no parecía tener rival, y Marte se llevaba todas las miradas. Con la llegada de Donald Trump, las cosas cambiaron. En 2017, rememorando la predicción de John Kennedy, anunció en el congreso que EE.UU. regresaría a Luna con una misión tripulada. Pero sería China quién se adelantaría.

2019 podrá ser recordado por el comienzo de una segunda carrera espacial, un segundo “momento Sputnik”, esta vez con China en lugar de la URSS. En los primeros días de enero, un acontecimiento era tapa de todos los diarios: la Sonda china Chang’ e 4 alunizaba por primera vez en la historia en la cara oculta de la Luna, llevando adelante un reconocimiento del terreno con un nuevo robot Yutu y logrando hacer germinar una planta de algodón; el único ser vivo nacido fuera del espacio terrestre (aunque pereció porque no pudo soportar el frío por mucho tiempo). En los planes del país, está el enviar la Sonda Chang’ e 5 en 2020, con la intención extraer muestras que puedan ser traídas a la Tierra. Seguir enviando naves durante toda la década, para concluir con una misión tripulada en 2030 que sea el trampolín a una base permanente.

La noticia puso al dragón asiático a la cabeza en la carrera hacia nuestro satélite natural. Rápidamente se comenzaron a mostrar los planes de las principales potencias para el futuro. Estados Unidos comenzó al decir que pensaba enviar una nueva misión en 2020 para explorar el lugar de una futura base Lunar, que debería ponerse en funcionamiento luego de 2026 cuando vuelvan enviar humanos al terreno. El administrador de la NASA, Jim Bridenstine, en una entrevista días atrás dijo: "vamos a la Luna con nuevas tecnologías y sistemas innovadores para explorar más ubicaciones de la superficie de lo que jamás nos pareció posible. Esta vez, cuando vayamos a la Luna, nos quedaremos”, apostando a “una presencia sostenible de los humanos más allá de la órbita de la Tierra", concluía[4]. Luego sería la Agencia Espacial Europea, la que puso plazo para enviar una misión en 2025 que extraiga rigolito para estudiar la creación de oxigeno independiente de la tierra. Rusia no se quedó atrás y mostró planes para mandar una Soyuz en 2021 con un robot de exploración. Y fue más allá, al anunciar que en 2031 una misión tripulada rusa pisaría por primera vez la Luna; otras tres lo harían en, 2032, 2033 para asentarse con una base Lunar propia en 2034[5]. La India también piensa enviar una propia en 2022 pero aún no se sabe cuáles serán sus objetivos futuros.

Las empresas privadas también hacen sus apuestas. En 2016, Moon Express se convirtió en la primera empresa estadounidense y del mundo en recibir autorización para planear vuelos lunares. En 2017, Space X anunciaba vuelos turísticos orbitales que comenzaron en 2018 con perspectivas a futuro. En 2018, Blue Origins propiedad de Jeff Bezos –dueño de Amazon- anunciaba su intención de exploraciones y asentamiento en el mismo sentidos. También se comienzan a sumar empresas europeas y de otros países.


Sonda espacial Chang' e 4

La cooperación público-privada parece ser la mejor opción. La NASA se financia con la colaboración con empresas privadas, aportando sus centros de lanzamiento e investigaciones a cambio de inversiones. En EE.UU. creen que el desafío chino –un Estado capaz de apostar millones a cualquier objetivo-, es más fácil enfrentarlo con una política abierta empresarialmente. Aunque la Agencia Espacial norteamericana se encuentra muy lejos de sus rivales en presupuesto, las señales de alerta se hicieron sentir escuchándose críticas por su estancamiento en las últimas décadas. Un ejemplo claro de lo lejos que puede llegar la alianza entre empresas y estados lo da Israel. El país piensa enviar también su Sonda lunar en 2022, pero con una novedad: el envío estará a cargo de nave privada. Una forma de aprovechar al máximo el presupuesto espacial.

La lucha por colonizarla, recuerda a las conquistas de América o África siglos atrás, donde los estados dejaban el puntapié a las aventuras privadas para luego afianzar las estructuras burocráticas propias cuando veían la viabilidad de los proyectos imperiales. Con la diferencia en que en este caso es un territorio deshabitado y no es en nuestro mundo.

Ahora: ¿por qué tanto interés en la Luna? ¿Por qué después de haber viajado más de una vez en los setenta, cincuenta años después del primer humano en pisarla, se vuelve un objetivo tan codiciado? Tres podrían ser las causas:

1- Prestigio: en una nueva era de competencia estratégica, los éxitos en el espacio parecen servir para ponerse a la cabeza de la nueva guerra fría, con foco en la tecnología de punta.

2- Recursos: las nuevas investigaciones demuestran que los regolitos pueden ser recursos naturales/espaciales de gran valía para las economías nacionales. Minerales desconocidos y fuentes de energía capaces de cambiar la estructura energética en la tierra, con la ventaja económica y geopolítica que eso conlleva. Un ejemplo: la Luna tiene en abultadas cantidades Helio 3 (escaso en nuestro planeta), vital para la producción de cohetes y todo tipo de transporte, así como necesario para la economía de innovación[6].

3- Trampolín: también es pensado como un primer paso necesario para la posible colonización futura de Marte. Un lugar mucho más difícil para una misión tripulada por su condiciones climáticas propias que hacen difícil el solo pensar en enviar una tripulación que no termine con muchas pérdidas humanas. En lo que respecta al planeta rojo, EE.UU. aventaja por demasía a sus contendientes.

Es bueno no olvidar que estamos hablando de que en la Luna existen temperaturas extremas y no tiene una atmosfera que la proteja de las tormentas solares, haciendo que la vida humana no sea tan fácil como se cree. La ausencia de oxigeno todavía no ha sido paliada. Además la falta de presupuesto (sobre todo en Rusia y Europa), sumado a los trámites burocráticos y los riesgos para la vida humana, son otros impedimentos. Aun con todas estas limitaciones la carrera acaba de comenzar, por lo que ahora en adelante las noticias sobre la temática se harán más recurrentes. Los nuevos avances tecnológicos tientan al destino.

Confrontación/cooperación. Las voces de alarma aparecen sobre todo desde sectores científicos, que sostienen a la cooperación como la mejor manera de lograr avances en el conocimiento de lo que nos rodea: la búsqueda de vida exterior o la creación de colonias. Tanto el ex director de la NASA como desde la agencia espacial europea advierten de que la confrontación política terrestre no debe interferir en las colaboraciones extraterrestres.

Pero desde la llegada de Trump, todo parece volverse más difícil. El anuncio de no renovar el presupuesto de la EEI ha caído como un mazazo, haciendo que Rusia diga que podría crear una propia, mientras China, un paria como ya dije, pondrá en órbita una de producción nacional en 2022 a la cual invitó a todos los que quisieran participar; algo que podría aislar a Estados Unidos.

Queda por esperar que en un futuro, la confrontación geopolítica no vuelva al espacio un campo de batalla que podría terminar en una tragedia de alcances extraterrestres, valga la redundancia. Una delimitación de los campos de exploración y colonización, así como la prohibición de apostar armas espaciales, estipuladas en un tratado firmado por todos los protagonistas, parece ser la mejor salida.

[1] La agencia espacial ruso-soviética estaba incluida como Agencia de la Aviación y el Espacio (Rosaviakosmos), desde 1992 es conocida como Roscosmos.


[2] El nombre “larga marcha” hace referencia al recuerdo de la Larga Marcha de Mao al norte en 1934-1935, después ser traicionado por nacionalistas.


[3] Ismael Arana: La larga marcha china a la Luna. La vanguardia, 02/02/2019.


[4] RT.com: "Esta vez nos quedaremos": El jefe de la NASA anuncia los planes de volver a la Luna, 09/02/2019.


[5] Sputnik Mundo: Rusia propone enviar una misión tripulada a la Luna en 2031. 09/02/2019.


[6] Carlos Duarte Muñoz: Helio 3, una razón para regresar a la Luna. Revista hacia el espacio, 07/04/2017.

 
 
 

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