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El complejo ajedrez venezolano

  • Foto del escritor: Dario Perero Prof.
    Dario Perero Prof.
  • 28 ene 2019
  • 14 Min. de lectura

Maduro en un desfile militar

La situación en Venezuela es muy caliente. Como vimos en el artículo anterior, las dinámicas internas tienen su génesis en el pasado; en la forma de construcción de poder del chavismo y la respuesta de la oposición ha dicho desafío.

Apenas comenzado el desafío de Guaidó a Maduro, todos los analistas sabían la posición que tomarían la mayoría de los países y potencias implicadas. ¿Por qué no suscita ninguna novedad la postura de EE.UU. o Rusia? ¿La de China o Europa? La misma pregunta se puede hacer para analizar la coyuntura regional ante el problema venezolano. Veamos.

Chávez y su política exterior. Desde su llegada al poder en 1999, Hugo Chávez fue aumentando la tensión Estados Unidos. Existen dos razones principales, relacionadas entre sí. Una de tinte ideológico y otra de carácter económico.

En el primer caso, la retórica populista amigo/enemigo dio buenos réditos electorales pero sería una ingenuidad pensar que sólo un discurso tiene la responsabilidad de definir una relación diplomática. El país del norte fue el gran aliado de Venezuela en el Siglo XX. Los intereses petroleros o el aislamiento de Cuba desde la llegada de Castro al poder, fueron premisas que definieron la forma de encarar una política exterior mancomunada en la región entre ambos países. El chavismo rompió ese vínculo, acusando a su antiguo aliado de ser un imperio que tenía por objetivo oprimir a los pueblos latinoamericanos. En el plano regional, se comenzó un proceso en el cual se llegó a una alianza con Cuba, se volvió al discurso, siempre recurrente en nuestra región, de la “patria grande” y se viró en busca de inversiones/acuerdos comerciales hacia las nuevas potencias en ascenso, especialmente China y Rusia; en un primer momento, se intentó un acercamiento parecido con Europa que se fue diluyendo ante las posturas encontradas. El rechazo a la democracia liberal y a la política internacional de Washington (Guerras de Irak y Afganistán), fueron ejes que acompañaron este viraje ideológico.

En EE.UU., las cuestiones referidas a los ideales importan pero mucho más si de los discursos se pasa a la práctica, y la práctica conlleva el peligro de perjudicar sus intereses económicos o estratégicos.

Aquí es donde llegamos a la segunda razón estipulada anteriormente: la económica. En rigor, Chávez no quedó en palabras y se procedió a la nacionalización de los pozos petrolíferos que estaban en manos de empresas estadounidenses. El golpe del 2002, fue un punto de quiebre, ya que en Venezuela vieron que el intento estaba dirigido desde los halcones del gobierno de Bush. Se comenzaron a estrechar los lazos con los rusos y los chinos, llegando a un grado de estrechez, donde las relaciones pasaron a ser estratégicas. Las empresas mixtas de capitales de China asociados con el Estado bolivariano, las compras de armas a Rusia, las concesiones entregadas para la explotación de petróleo y minerales a firmas de ambas potencias, la consonancia en la ONU y en los conflictos internacionales –como en Libia-, fueron vistas con estupefacción por los estrategas de la era Obama. Los republicanos pedían una línea más dura pero, lo cierto, es que el margen de maniobra de la administración demócrata no era tan amplio.

La falta de una política de presión hacia Venezuela no solo tiene que ver con los lazos tejidos con dichas potencias, o con la abrumadora popularidad de Hugo Chávez, sino más bien con la situación política en América Latina.

En la región, luego de la hegemonía neoliberal de los 90’, comenzó un proceso de construcción socio-política que llevó al poder a gobierno de tintes progresistas que, con mayor o menor virulencia, rechazaban la injerencia norteamericana en la región, apostando a fortalecer un bloque regional en el cual se rechazaba la intromisión en los asuntos internos de los demás países. Argentina con Kirchner, Brasil con Lula y Venezuela con Chávez encabezaron el rechazo al ALCA en Mar del Plata (2005). Ese fue un punto de inflexión que llevaría a la creación de la UNASUR en 2008 y la CELAC en 2011. En el plano comercial, se sumó a MERCOSUR, un viejo sueño del líder venezolano[1].

Así, se dejaba afuera de los de los nuevos organismos a EE.UU. y Canadá, y se formaba una nueva mayoría en la OEA que impedía un aislamiento de cualquier país como el sucedido en Cuba.

La UNASUR fue vital para frenar una guerra entre Colombia y Venezuela en 2008, un intento secesionista en Bolivia también en 2008 o un golpe de Estado en Ecuador en 2010. Aunque nunca pudo terminar de solidificarse las propuestas más importantes, sobre todo impulsadas por Chávez, sí se llegó a tener una nueva postura regional que, incluso países gobernados por la derecha como Chile o México, se atuvieron a respetar.

Pero el presidente bolivariano no se quedó ahí. Impulsado por la victoria de Evo Morales en Bolivia (2005), Correa en Ecuador (2007) u Ortega en Nicaragua (2007), propuso la fundación del ALCA. Una organización que apostara al desarrollo de los países en cuestión, incluida Cuba. Luego se fundó PETROCARIBE, que incluía a casi todos los países caribeños y de Centroamérica. Así, comienza la conocida “diplomacia del petróleo”, que consistía en entregar petróleo de forma solidaria a cambio de apoyo diplomático (Cuba, el Salvador, Nicaragua, etc.) o cambio de bienes de primera necesidad como alimentos (Argentina).

Ante cada denuncia de la oposición o tensión con EE.UU., los países latinoamericanos apoyaban al oficialismo o se abstenían de dar opinión. Por eso, decimos que la Administración Obama se encontró en minoría en cualquier encuentro regional; aunque nunca dejó de poner al país entre los cinco países declarados como un peligro para la seguridad nacional.

Dicha situación comenzó a cambiar con la muerte de Chávez, y especialmente desde 2015.

El péndulo latinoamericano. Si bien ya en las protestas de 2014, México se había sumado a las críticas de EE.UU. por las protestas, no fue hasta 2015 que el gobierno de Maduro comenzó a sentir que la cancha se inclinaba en su contra.

El triunfo de Macri en Argentina fue el puntapié inicial, de una serie de derrotas de los gobiernos pos-neoliberales, que siguió con Brasil al llegar Temer al poder, con Piñera en Chile, hasta las victorias de Kuczynski y ahora el golpe geopolítico más grandes de la última década en la región: la victoria de Bolsonaro (Brasil) y Duque (Colombia), concatenado con la llegada al poder de la derecha más rancia al país luso parlante y al uribismo al caribeño. Sin olvidarnos del caso ecuatorianos, donde el partido de Correa ganó las elecciones pero su candidato, el ahora presidente Lenin Moreno, después de mantener cierta neutralidad, se ha decantado por condenar el régimen chavista. Los apoyos han ido cayendo, aislando cada vez más al partido gobernante. La integración está en completa decadencia[2].

Las posturas se podrían, más bien, dividir en tres: 1- postura política-electoral. En esta línea están el caso argentino, chileno, peruano o ecuatoriano. Dichos países intentan utilizar la “distopía venezolana” para utilizarla en campañas electorales capaces de hacer que los votantes teman a los progresismos, ex oficialismos que siguen siendo sus principales opositores; la frase “íbamos camino a ser Venezuela” o la defensa de un republicanismo moral, ayudó a la coalición gobernante argentina a ganar las elecciones intermedias en 2017. Por lo tanto, su prédica es más de política interna que externa, pero es necesario no olvidar su postura ideológica, a las antípodas del bolivarianismo. Dejando de lado al macrismo, los demás mandatarios tienen problemas con los que emigran y piden asilo, cosa que puede generar rasgos xenofóbicos en la sociedad o ser un problema económico y humanitario 2- postura pro oficialismo. Sin dudas, los casos de países que reconocen a Maduro tienen su correlato ideológico-económico y, en el caso uruguayo, para contener al sector más a la izquierda del Frente Amplio (FA) que presiona a Vázquez para mantener su postura, que de no hacerlo podría romper la coalición gobernante. Últimamente las razones son más ideológicas que de otro tipo, ya que Venezuela produce la mitad del petróleo que producía antes, hecho que ha llevado a recortar los envíos de dicho recurso a los aliados; la diplomacia petrolera está en crisis 3- postura de confrontación/reaccionaria. Aquí se puede incluir al Brasil de Bolsonaro y la Colombia de Duque. Gobiernos de derecha, reacios a la inmigración venezolana. Pero que se diferencian con los demás gobiernos que rechazan a Maduro porque lo hacen con más ahínco ideológico y no descartan una acción militar. En el caso brasileño, el vicepresidente ha amenazado con una guerra, al igual que el hijo del presidente; además, el nuevo mandatario ha dicho que hay que terminar con la izquierda regional y apostar a una nueva “primacía” del país en la región. Parece que el nuevo ejecutivo espera hegemonizar el continente (¿ser gendarme regional de EE.UU.? Veremos).

El caso paradigmático es México que con el gobierno del PRI fue crítico de Venezuela, ahora se encuentra –bajo el gobierno de López Obrador- en una postura de no intromisión en los asuntos internos que rememora a la vieja “doctrina Estrada”[3].

Con el péndulo latinoamericano yendo de izquierda (centroizquierda) a centroderecha (o derecha en el caso brasileño) -sí se pueden utilizar esos tópicos eurocéntricos-, la política de EE.UU. encuentra mayor recepción en la región. Donald Trump ya había tenido actitudes que mostraban una postura más dura hacia Venezuela. En 2017, durante las protestas contra el gobierno dijo que todas las opciones estaban sobre la mesa, y en 2018 se filtró que presuntamente se habrían reunido militares venezolanos con funcionarios norteamericanos. Ahora, reconociendo a Guaidó parece llegar a su apuesta más grande.

El frente geopolítico. El Secretario de Estado Mike Pompeo en la reunión de la CSONU (Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas) pedida por su país dijo que era momento de definirse: o se está con la libertad o se está con la tiranía. ¿Pensará lo mismo Pompeo cuando se violan los DD.HH. en Arabia Saudita, aliado de su país? Viendo como el presidente Trump defendió al Príncipe Saudí Mohamed Bin Salman cuando mandó asesinar al periodista opositor Kashoggi, en un consulado en Turquía, de la manera más salvaje posible, aduciendo que le vendía muchas armas a la monarquía generando muchos empleos, no parecen ser los derechos humanos una buena materia para la administración estadounidense actual. Pero en la política, la hipocresía y las excusas son moneda corriente, por lo tanto si sirve de justificativo para llevar adelante una acción de cualquier tipo contra Maduro, el presidente lo hará. También Trump tiene una elección en 2020 y el voto de los cubanoamericanos, tan anticastristas como antichavistas, puede ser de gran ayuda como en 2016 que le dieron la victoria en Florida.

Pero hay más. Se sabe que Estados Unidos hace tiempo que no quiere a Maduro, ni quería a Chávez, y que también está interesado por los recursos naturales del país. No tanto por el petróleo, commodities en la cual ya se autoabastece, como se cree sino más bien en los minerales estratégicos del país como el oro y el llamado “oro azul” (Coltán) del cuál Venezuela es una de las mayores reservas del mundo[4].

Por último, según la última Estrategia de Seguridad Nacional (SNE siglas en inglés), EE.UU. se encuentra en el comienzo de una nueva era de “competencia estratégica” con sus dos máximos rivales –Rusia y China- que, paradójicamente, se están quedando con los recursos en cuestión. Además de que EE.UU. acusa a ambos países de utilizar Venezuela como punta de lanza de una estrategia mayor en América Latina; por lo tanto las razones son económicas y geopolíticas. El neomonrroismo está de nuevo[5].

También hay que recordar que cinco países que son considerados por las agencias de inteligencias norteamericanas como peligrosos para la seguridad nacional: China, Rusia, Corea del Norte, Irán y Venezuela. El nombrar como enviado a presionar al gobierno de Maduro a Elliott Abrams, halcón de la era Reagan/Bush (1981-1993) y estratega de las “guerras sucias” de los 80’ en Centroamérica, acusado por el caso Irán-contra y responsable de la primera guerra de Irak (1991), o del golpe de Estado contra Chávez en 2002. Todo un mensaje.


Abrams junto a Pompeo en una rueda de prensa

¿Por qué hay tanto interés en Venezuela por parte de los estrategas de Washington? Sí bien como dijimos, EE.UU. se autoabastece en petróleo, se puede encontrar una respuesta en una estrategia más amplia que sea cortar los abastecimientos de recursos hacia China. De esta manera se podría ralentizar su economía, debilitando a su máximo rival de acá a futuro. Por otro lado, existe una preocupación por el dominio económico y financiero que tienen tanto el país asiático como Rusia sobre el país caribeño.

En efecto, Chávez buscaba inversiones en uno y otro país pero siempre resguardando la soberanía del Estado quedándose con el 51% de las acciones de las empresas. Maduro cambió radicalmente el panorama; un poco por impericia y otro poco porque no tenía otra salida.

La deuda tomada se hizo imposible de pagar a corto y mediano plazo, los precios de petróleo cayeron dejando sin liquidez al país para servir los préstamos pedidos, corriendo serio riesgo el caer en default que agravaría mucho más la economía nacional. Para salir del atolladero, se negoció con Rusia y China pagar la deuda mediante barriles de petróleos, y hasta entregando todas las joyas estratégicas: puertos, minas, pozos petroleros, contratos de todo tipo[6]. La soberanía nacional está muy dañada, siendo objeto de críticas tanto del ejército como de la vieja guardia chavista, siempre recelosas de perder margen de maniobra e independencia. Con esto y todo, se avanzó hasta tal punto que hoy nos encontramos en un punto donde la posición financiera venezolana se asemeja al caso de Zambia, donde China estuvo cerca de arrendar el país por su falta de pago.

En EE.UU. están ocupados en impedir uno de los contratos firmados por Maduro con Putin, del que poco se habla: es que si Venezuela no puede pagar los rusos se quedarían con CITGO, una empresa controlada por PDVSA que está entre las cinco mayores distribuidores de combustible en el país norteamericano. El Senado y la Administración Trump ya avisaron que no aceptarán que esto pase. Una de las causas de la intromisión es justamente la nombrada.

Por otro lado, la relación con Irán y Cuba, dos países considerados terroristas por la CIA, son acusados por el Departamento de Estado de tener infiltrado en el gobierno chavista a sus servicios de inteligencia –como el B2, servicio secreto cubano- o bandas terroristas –como el Hezbolla-.

El caso europeo, después de varias divisiones internas dentro del “grupo de los 27”, se ha volcado por acompañar las acusaciones de los estadunidenses (mientras hacen negocios en Davos con la monarquía saudí). La India, también con muchas inversiones en juego, se ha mantenido neutral y no parece cambiar su diplomacia equilibrista tradicional. En cambio Turquía es un caso paradójico: ¿Por qué un país miembro de la OTAN se puso rápidamente del lado de Maduro? Por una sencilla razón. Venezuela envía su oro a destilado en el país de Erdogan.

Vaya si existen intereses en juego; imaginemos los escenarios posibles de ahora en adelante.

Equilibrio peligroso. Nada garantiza que una hipótesis pueda corroborarse o no, pero sí pueden existir ciertos escenarios que puedan darse.

En Venezuela actualmente, ni la oposición ni el oficialismo pueden arrogarse tener con ellos la legalidad total, aunque si parcial. Por eso, la lucha tiene su posibilidad de definirse en el terreno de los apoyos. Cuanto poder puede conseguir cada uno que pueda inclinar la balanza a su favor, tanto interno como externo.

Desde 2017, existen dos parlamentos. Una Asamblea Nacional opositora que es boicoteada por una Asamblea Constituyente adicta al oficialismo, a lo que se suma un Poder Judicial adicto que es desafiado por un tribunal opositor en el exilio. Ahora, también hay dos presidentes que, nos guste o no o nos parezcan más o menos legales, están siendo apoyados desde el exterior. Guaidó –joven político de Voluntad Popular, partido del preso Leopoldo López- y Maduro que depende por demasía del ejército. Desde su asunción, las fuerzas armadas han tomado ministerios y controlan varias empresas, por lo que por ahora sostienen su apoyo al chavismo. La oposición prometió amnistía para aquellos militares que estén implicados en actos de corrupción o acusados de violar los DD.HH. Aunque juren lealtad los altos mandos, quedan dudas por cuanto tiempo podrán contener el notable descontento que existe en los puestos subalternos[7]. Un destacamento de la Guardia Nacional se levantó en contra de Maduro, otros no reprimieron a los manifestantes e incluso, el agregado militar en EE.UU. reconoció al “presidente” opositor.


El auto proclamado presidente Juan Guaidó

Queda claro que en lo político, desde 2017 se vienen creando un gobierno paralelo al actual, que luego de declarar ilegal la última asunción Maduro llegó a un punto de inflexión, y parece que de no retorno. Lo cual a la situación muy compleja, que podría complicarse aún más si el creara un ejército paralelo con soldados desertores del actual. Y en el caso de un golpe de Estado por parte de todas las FF.AA. ¿cómo responderán los colectivos comunales armados y entrenados desde la época de Chávez? Pues, ya dijeron que irán hasta las últimas consecuencias jurando lealtad al Presidente que ellos reconocen. Los líderes comunales tienen intereses en mantener las bolsas de dinero que controlan de los planes sociales vigentes. Por ende, la hipótesis de una guerra civil es probable. ¿Cómo reaccionaran las potencias?

En este punto es interesante saber dos puntos: hasta dónde puede llegar EE.UU. y cuál será la respuesta de China y de Rusia.

¿Estará Trump dispuesto a atacar a Venezuela sin un chivo expiatorio dentro? Parece difícil porque los escenarios no son fáciles de manejar. Si se utilizan mercenarios –podrían ser paramilitares colombianos- corre el riesgo de que del “modelo libio” termine en el “modelo sirio”; es decir que la guerra degenere de tal manera que los actores pierdan su identidad hasta no saber bien quién es quién. En el peor de los casos Rusia intervendría llevando el conflicto a un punto muerto muy peligroso. La supuesta llegada del grupo Wagner a territorio venezolano, es parte de los temores de Washington. Además para un ataque se necesitaría el apoyo de por los menos dos países regionales: Brasil y Colombia. Y a pesar de la retórica dura de sus mandatarios, no es seguro que se involucren en una guerra en sus fronteras capaz de provocar una crisis de refugiados que podría afectar su imagen en su núcleo duro, sumado a un gasto innecesario que puede no tener ninguna ventaja palpable. Sí el juego es el de sancionar hasta asfixiar al gobierno –cortando financiamiento, congelando activos financieros, etc.-, los estrategas de la Casa Blanca corren el riesgo de un escenario cubano en la guerra fría: Maduro se acercaría más aún a las otras dos potencias, como en su momento hizo Castro con la URSS. Tampoco EE.UU. tiene muy claro la situación.

En el segundo punto, tenemos un interrogante: China. El país prosigue una política de no injerencia en asuntos externos (aunque la situación cambio últimamente), y nunca ha intervenido de manera activa en un conflicto reciente de otra manera que no sea diplomática; el veto en la ONU sobre Venezuela, junto a Rusia recuerda a los efectuados en Siria. El país no lleva una acción militar o de otro tipo. Pero el caso actual es diferente en algo, es la primera vez que muchos intereses económicos del gigante asiático se encuentran en juego. Si cayera Maduro, se podrían caer los contratos firmados y se podría declarar la deuda del país sudamericano como dolosa, desconociendo su legalidad a la hora de pagarla. ¿Será más directa China en caso de que la situación se vuelva más caliente? El equilibrio es difícil porque podría dañar sus relaciones con otros países de la región.

Rusia, podría sufrir lo mismo en caso de la deuda y las concesiones, por lo tanto parece estar dispuesta a cualquier a defender a Maduro hasta las últimas consecuencias. El envío de bombarderos y el apoyo incondicional de Putin, demuestran que el país euroasiático no cambia su política de juego duro y de confrontación en todo el globo con EE.UU. de los últimos años. Pero Venezuela está demasiado lejos y no es fácil maniobrar como en Siria o Ucrania.

Los acontecimientos pueden cambiar el tablero en cualquier momento pero lo que está claro es que nada volverá a ser lo mismo. Para Maduro, Rusia y China lo mejor sería un escenario donde todo quede en palabras como en 2014 o 2017, pero no parece probable por lo lejos que ha ido la crisis. Para la oposición y EE.UU., un giro del ejército hacia el reconocimiento de Guaidó más la desactivación de la resistencia chavista parece la mejor salida. Todo está por verse. Por lo pronto, el Estado venezolano parece estar en descomposición.

[1] Jiménez Elena: “Latinoamérica, una integración a la deriva”. El Orden Mundial (EOM), 27/01/2019.


[2] Sanahuja José Antonio/ Nicolás Comini: “Las nuevas derechas latinoamericanas frente a una globalización en crisis”. Revista Nueva Sociedad, mayo-junio 2018.


[3] La doctrina Estrada hace referencia a un Canciller Mexicano de dicha apellido que apostaba por la autodeterminación de los pueblos en política exterior. Tuvo mucha influencia en el país durante el siglo XX. Abandonada por el alineamiento con Washington desde los 90’, el nuevo gobierno la reivindica.


[4] El Coltán es un mineral estratégico que se encuentra sobre todo en áfrica y es utilizado para producir cohetes de largo alcance. Chávez anunció en 2009 que Venezuela encontró reservas en el país.


[5] El neomonrroismo hace referencia a la idea de traer de nuevo las ideas de la doctrina Monroe (1925) que tenía por objetivo convertir a Latinoamérica en una región exclusivamente controlada por EE.UU.


[6] Serbin Andrés/Serbin Pont Andrei: “Venezuela: ¿Un casillero más en el tablero de ajedrez geopolítico mundial?”. Diario Perfil, 28/01/2018.


[7] De darse un levantamiento desde abajo en el ejército, sería una situación análoga a la de Portugal en 1974, que derrocó al dictador Salazar. Conocida como la “Revolución de los claveles”.


 
 
 

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